La Tamalera
Itinerario político
Ricardo Alemán El Universal Lunes 03 de abril de 2006 primera sección
PRD: la tamalera
SEGÚN Roberto Madrazo y Emilio Chuayffet, el PRD y el PRI son “primos hermanos”. De acuerdo con el catedrático, analista y luchador de la izquierda mexicana, Joel Ortega, el PRD actual, el de López Obrador, “es la cuarta etapa del PRI”.
Y según la voz popular, el PRI y el PRD son más que compañeros de viaje, “son compañeros de parrandas”.
Cualquiera que sea el parentesco que identifique al PRD y al PRI del 2006, lo cierto es que en la contienda presidencial que tendrá su momento estelar el 2 de julio próximo está muy lejos de significar un posible arribo de la izquierda institucional mexicana al poder.
Si acaso, ante la nada remota eventualidad de que resulte ganador el candidato de la coalición Por el Bien de Todos, asistiremos al triunfo no de un partido político y menos de una ideología partidista, sino de un caudillo, capaz de amalgamar con sus primitivas ambiciones de poder un movimiento cuyo único motor es ese: el poder.
Son muchos los que intentan justificar la identidad ideológica del caudillo y de su lucha por el poder con la izquierda institucional, pero en la práctica no hay asideros posibles con la izquierda en el discurso, en la táctica y en las estrategias del caudillo, y menos en la operación política. Acaso por eso, y sin que sea conocedora de los fundamentos de la ciencia política, y sólo a partir de los hechos, la voz popular ya identifica la corriente política de AMLO como “la tamalera”.
Es decir, una corriente política que permite cohabitar a los de chile, de dulce y de manteca.
Lo único seguro es que el candidato López Obrador, gane o no la elección del 2 de julio venidero, pasará a la historia como el responsable de destruir al más importante partido de la izquierda institucional mexicana, al PRD, cuya doctrina, ideales, historia, principios y mejores hombres han sido jubilados —si no es que aniquilados—, para dar paso a lo único que importa en los tiempos modernos: el poder por el poder.
Y se puede creer o no la anterior afirmación, pero lo cierto es que con sólo echar un vistazo a las “listas” de candidatos del PRD al Senado de la República, por las fórmulas de mayoría y representación proporcional —y faltan las de diputados federales, diputados al DF, jefes delegacionales y candidatos a gobiernos locales que también estarán en disputa el 2 de julio—, queda claro que tienen razón quienes identifican al PRD y al PRI como “primos hermanos”, “como compañeros de parranda” y que ubican al PRD como “la cuarta etapa del PRI”.
Y no es menos cierta la suma de todos ellos, el de “la tamalera”, el recipiente donde caben todos los sabores políticos posibles. Claro, siempre y cuando se identifiquen con la ambición de poder. El poder por el poder, la divisa de hoy. Lo demás, los principios, la historia, la identidad, son lo de menos.
Y en esa “tamalera” hay casos penosos. No ha menguado la admiración y el respeto por esa incansable y ejemplar luchadora social que es y ha sido doña Rosario Ibarra de Piedra. Pero no la imaginamos en la misma “tamalera” compartiendo escaño, siglas e identidad partidistas con eventuales senadores como José Guadarrama Márquez, el ex priísta del más rancio historial, autor intelectual de crímenes contra perredistas en Hidalgo, o con Víctor Anchondo Paredes, el ex secretario de Gobierno de Chihuahua, quien no sólo engañó a las madres de mujeres asesinadas, sino que hizo mofa de las luchadoras sociales que reclamaban esclarecer el escandaloso asunto de “las muertas de Juárez”.
El nombre, la imagen, la trayectoria de Rosario Ibarra de Piedra están siendo utilizados en esa inmoral búsqueda del poder. Por eso la colocan como la número uno en la lista de los candidatos plurinominales al Senado por el PRD. Con Rosario Ibarra en las “listas” el caudillo intenta “lavarse la cara” por la vergonzosa incorporación en las “listas” de mayoría de nombres como los de Guadarrama y Anchondo, cuya sola mención ensucia la imagen y hasta la lucha de la señora Ibarra. Pero en los tiempos modernos la congruencia tampoco parece importar. Total, lo importante es el poder.
Es muy probable que doña Rosario Ibarra también se encuentre en el Senado de la República nada menos que a Dante Delgado, el dueño del Partido Convergencia, otro priísta identificado como uno de los pillos de antaño en ese partido, y quien vendió la franquicia de Convergencia al mejor postor. Y también andará por allí nada menos que Arturo Núñez, operador durante el salinismo, desde una subsecretaría de Gobernación, de las llamadas concertacesiones. Y qué decir del “cantante”, Francisco Javier Berganza, un cómico hidalguense venido a menos que se metió a la política por obra y gracia del PAN hidalguense, que vendió su candidatura al PRI, que se afilió a ese partido, y que hoy aparece como candidato a senador por el PRD. Pura congruencia.
Por lo menos 70% de los candidatos del PRD al Senado de la República, en la fórmula de mayoría, son de origen priísta. Desde Tijuana hasta Yucatán, el mapa de candidatos del PRD a senadores se identifica con el PRI, salieron de ese partido, fueron “cuadros distinguidos” de ese partido, el partido que la respetada señora Ibarra cuestionó por décadas por ser el partido cuyos gobiernos reprimieron los movimientos sociales, desaparecieron y asesinaron a luchadores sociales.
Y no se puede pasar por alto en esas “listas” el caso de Alfonso Durazo, el mejor ejemplo del trapecismo político a la mexicana. Durazo, el hombre que acompañó a Luis Donaldo Colosio como secretario particular, que por esa razón fue un rentable atractivo para el “voto útil” del foxismo, que un buen día se dijo traicionado por el gobierno del “cambio” y que hoy aparece como “prohombre” de esa izquierda de “tamalera”.
El de Durazo sintetiza como pocos la concepción política y de poder del caudillo López Obrador. En su círculo político se premia la traición, la deslealtad, el “chaqueterismo”. Si estás conmigo, si te sumas a la causa, “tendrás no sólo un hueso político, sino que tu pasado será lavado con las aguas de las siglas de la izquierda”. Habilidoso como es, Alfonso Durazo ha ganado espacios mediáticos que ya quisieran los cercanos a AMLO. Y se empeña en explicar lo inexplicable, en justificar lo injustificable, en borrar lo imborrable. ¿Quién, en su sano juicio, le puede creer una sola palabra a Durazo? Pero de eso se trata, de ganar votos, engañando con la verdad. Y si existen dudas, ahí están los casos de Alfonso Sánchez Anaya, el ex gobernador de Tlaxcala, el que perdió frente al PRI el gobierno perredista, el que intentó imponer a su esposa como candidata, y al que se premia con una senaduría.
También aparece el caso de José Luis García Zalvidea, ex diputado local por el PVEM, luego candidato del PAN, luego alcalde de Benito Juárez, en donde dejó en la ruina el municipio, y ex candidato a gobernador por el PRD. Hoy está preso, pero lo metieron en las “listas” como candidato a senador por Quintana Roo. Y bueno, el de Pablo Gómez es una “perla”.
El diputado y jefe de la bancada del PRD que dijo haberse “equivocado” al aprobar por unanimidad la “Ley Televisa”, al que se premia con la candidatura al Senado por el DF. O el de Claudia Corichi, en la posición nueve al Senado por la vía plurinominal, con el único mérito de que es hija de Amalia García, la gobernadora de Zacatecas. Esa es la izquierda de hoy. ¡Que tal!
aleman2@prodigy.net.mx
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Ricardo Alemán El Universal Lunes 03 de abril de 2006 primera sección
PRD: la tamalera
SEGÚN Roberto Madrazo y Emilio Chuayffet, el PRD y el PRI son “primos hermanos”. De acuerdo con el catedrático, analista y luchador de la izquierda mexicana, Joel Ortega, el PRD actual, el de López Obrador, “es la cuarta etapa del PRI”.
Y según la voz popular, el PRI y el PRD son más que compañeros de viaje, “son compañeros de parrandas”.
Cualquiera que sea el parentesco que identifique al PRD y al PRI del 2006, lo cierto es que en la contienda presidencial que tendrá su momento estelar el 2 de julio próximo está muy lejos de significar un posible arribo de la izquierda institucional mexicana al poder.
Si acaso, ante la nada remota eventualidad de que resulte ganador el candidato de la coalición Por el Bien de Todos, asistiremos al triunfo no de un partido político y menos de una ideología partidista, sino de un caudillo, capaz de amalgamar con sus primitivas ambiciones de poder un movimiento cuyo único motor es ese: el poder.
Son muchos los que intentan justificar la identidad ideológica del caudillo y de su lucha por el poder con la izquierda institucional, pero en la práctica no hay asideros posibles con la izquierda en el discurso, en la táctica y en las estrategias del caudillo, y menos en la operación política. Acaso por eso, y sin que sea conocedora de los fundamentos de la ciencia política, y sólo a partir de los hechos, la voz popular ya identifica la corriente política de AMLO como “la tamalera”.
Es decir, una corriente política que permite cohabitar a los de chile, de dulce y de manteca.
Lo único seguro es que el candidato López Obrador, gane o no la elección del 2 de julio venidero, pasará a la historia como el responsable de destruir al más importante partido de la izquierda institucional mexicana, al PRD, cuya doctrina, ideales, historia, principios y mejores hombres han sido jubilados —si no es que aniquilados—, para dar paso a lo único que importa en los tiempos modernos: el poder por el poder.
Y se puede creer o no la anterior afirmación, pero lo cierto es que con sólo echar un vistazo a las “listas” de candidatos del PRD al Senado de la República, por las fórmulas de mayoría y representación proporcional —y faltan las de diputados federales, diputados al DF, jefes delegacionales y candidatos a gobiernos locales que también estarán en disputa el 2 de julio—, queda claro que tienen razón quienes identifican al PRD y al PRI como “primos hermanos”, “como compañeros de parranda” y que ubican al PRD como “la cuarta etapa del PRI”.
Y no es menos cierta la suma de todos ellos, el de “la tamalera”, el recipiente donde caben todos los sabores políticos posibles. Claro, siempre y cuando se identifiquen con la ambición de poder. El poder por el poder, la divisa de hoy. Lo demás, los principios, la historia, la identidad, son lo de menos.
Y en esa “tamalera” hay casos penosos. No ha menguado la admiración y el respeto por esa incansable y ejemplar luchadora social que es y ha sido doña Rosario Ibarra de Piedra. Pero no la imaginamos en la misma “tamalera” compartiendo escaño, siglas e identidad partidistas con eventuales senadores como José Guadarrama Márquez, el ex priísta del más rancio historial, autor intelectual de crímenes contra perredistas en Hidalgo, o con Víctor Anchondo Paredes, el ex secretario de Gobierno de Chihuahua, quien no sólo engañó a las madres de mujeres asesinadas, sino que hizo mofa de las luchadoras sociales que reclamaban esclarecer el escandaloso asunto de “las muertas de Juárez”.
El nombre, la imagen, la trayectoria de Rosario Ibarra de Piedra están siendo utilizados en esa inmoral búsqueda del poder. Por eso la colocan como la número uno en la lista de los candidatos plurinominales al Senado por el PRD. Con Rosario Ibarra en las “listas” el caudillo intenta “lavarse la cara” por la vergonzosa incorporación en las “listas” de mayoría de nombres como los de Guadarrama y Anchondo, cuya sola mención ensucia la imagen y hasta la lucha de la señora Ibarra. Pero en los tiempos modernos la congruencia tampoco parece importar. Total, lo importante es el poder.
Es muy probable que doña Rosario Ibarra también se encuentre en el Senado de la República nada menos que a Dante Delgado, el dueño del Partido Convergencia, otro priísta identificado como uno de los pillos de antaño en ese partido, y quien vendió la franquicia de Convergencia al mejor postor. Y también andará por allí nada menos que Arturo Núñez, operador durante el salinismo, desde una subsecretaría de Gobernación, de las llamadas concertacesiones. Y qué decir del “cantante”, Francisco Javier Berganza, un cómico hidalguense venido a menos que se metió a la política por obra y gracia del PAN hidalguense, que vendió su candidatura al PRI, que se afilió a ese partido, y que hoy aparece como candidato a senador por el PRD. Pura congruencia.
Por lo menos 70% de los candidatos del PRD al Senado de la República, en la fórmula de mayoría, son de origen priísta. Desde Tijuana hasta Yucatán, el mapa de candidatos del PRD a senadores se identifica con el PRI, salieron de ese partido, fueron “cuadros distinguidos” de ese partido, el partido que la respetada señora Ibarra cuestionó por décadas por ser el partido cuyos gobiernos reprimieron los movimientos sociales, desaparecieron y asesinaron a luchadores sociales.
Y no se puede pasar por alto en esas “listas” el caso de Alfonso Durazo, el mejor ejemplo del trapecismo político a la mexicana. Durazo, el hombre que acompañó a Luis Donaldo Colosio como secretario particular, que por esa razón fue un rentable atractivo para el “voto útil” del foxismo, que un buen día se dijo traicionado por el gobierno del “cambio” y que hoy aparece como “prohombre” de esa izquierda de “tamalera”.
El de Durazo sintetiza como pocos la concepción política y de poder del caudillo López Obrador. En su círculo político se premia la traición, la deslealtad, el “chaqueterismo”. Si estás conmigo, si te sumas a la causa, “tendrás no sólo un hueso político, sino que tu pasado será lavado con las aguas de las siglas de la izquierda”. Habilidoso como es, Alfonso Durazo ha ganado espacios mediáticos que ya quisieran los cercanos a AMLO. Y se empeña en explicar lo inexplicable, en justificar lo injustificable, en borrar lo imborrable. ¿Quién, en su sano juicio, le puede creer una sola palabra a Durazo? Pero de eso se trata, de ganar votos, engañando con la verdad. Y si existen dudas, ahí están los casos de Alfonso Sánchez Anaya, el ex gobernador de Tlaxcala, el que perdió frente al PRI el gobierno perredista, el que intentó imponer a su esposa como candidata, y al que se premia con una senaduría.
También aparece el caso de José Luis García Zalvidea, ex diputado local por el PVEM, luego candidato del PAN, luego alcalde de Benito Juárez, en donde dejó en la ruina el municipio, y ex candidato a gobernador por el PRD. Hoy está preso, pero lo metieron en las “listas” como candidato a senador por Quintana Roo. Y bueno, el de Pablo Gómez es una “perla”.
El diputado y jefe de la bancada del PRD que dijo haberse “equivocado” al aprobar por unanimidad la “Ley Televisa”, al que se premia con la candidatura al Senado por el DF. O el de Claudia Corichi, en la posición nueve al Senado por la vía plurinominal, con el único mérito de que es hija de Amalia García, la gobernadora de Zacatecas. Esa es la izquierda de hoy. ¡Que tal!
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